Como en un cuento...: Son esos recuerdos que e atrapan...

sábado, 30 de octubre de 2010

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Son esos recuerdos que e atrapan...


La mejor cerveza del mundo, es sin duda, la Estrella Galicia, y ante esta afirmación no acepto discusión. Siempre que voy de viaje a algún sitio extraño mi Estrella, tanto como el mar, que baña Coruña y  permite que el aire llegue fresquito a mis pulmones todos los días.
Ayer fue noche de fiesta, de monólogos, y de Estrella. No mucha, solo fueron tres, pero la falta de costumbre hizo que esta mañana cuando abrí los ojos las estrellas volaran sobre mi cabeza. Volví a cerrar los ojos, y cuando los abrí de nuevo, aparte de las estrellas que no paraban de moverse también vi un día especialmente gris y lluvioso... Me levanté para prepararme un buen Nespresso cargadito, que despejara mis ideas y me diera fuerzas para ir de cabeza a la ducha, pero mientras lo preparaba pensé que si lo acompañaba con un poco de ibuprofeno quizá el dolor de cabeza mejorara, y bueno, he de decir que cuando salí de la ducha ya estaba más espabilada.
Ayer fue la noche de Halloween, esa fiesta americana que no se por que demonios tenemos que celebrar aquí. No me lo toméis a mal, pero odio toda celebración que tenga que ver con difuntos, cementerios, y cosas por el estilo. No me tienen la menor gracia, y encima no siendo una tradición de aquí, no entiendo porqué la gente se disfraza de cosas raras, y compra calabazas para meter velas diabólicas dentro. Ainnnsss nooo!!! Me parece horrible, espantoso, me da muy mal yuyu!!. Así que yo no celebro esas cosas.
Lo que si se celebra, es el día de todos los santos, por lo que hay que ir al cementerio a llevar flores fresquitas, y acordarse de nuestros familiares difuntos. Otra costumbre un poco extraña, porque yo personalmente no necesito un día festivo para ir al cementerio a llevarle flores a mi padre, y mucho menos para acordarme de él, ya que lo hago todos los días del año, pero vamos, que la gente es muy rara.
El caso es que al salir de la ducha, me metí en el coche y me fui al pueblo de mi madre, a llevarle flores a mis abuelos. El pueblo está a unos sesenta kilómetros de mi casa, así que puse música y a conducir. Me encanta conducir sola, me relaja muchisimo, por eso este viaje mejoro el día que había empezado de una forma un poco pesada.
Según iba llegando a la aldea, iba pasando por pueblos pequeñitos, y me acordaba de cuando era niña y mis padres nos llevaban todos los domingos. Como aquel trayecto en coche nos parecía eterno a mi hermana y a mi, y como pasábamos el rato cantando canciones y loqueando a mi padre y a mi madre. Cuando llegué al cementerio y le dejé las flores a mis abuelos, tampoco pude evitar pensar en todos los momentos que habíamos pasado allí con ellos, jugando por el campo, bajando a carreras al rió, secándonos al calor de la lareira, las fiestas que hacía mi abuela, sus callos a la gallega que tanto me gustaban y sé que nunca más comeré otros tan ricos...los desaires de mi abuelo cuando le robábamos sus caramelos para la garganta, bañarnos en el pozo de la ropa mientras mi abuela lavaba las sabanas, subirnos por los arboles, entrar en la huerta del abuelo y robarle las fresas...Pobre abuelo, siempre le robábamos!!! jajajajaja.
Me entró lo que aquí llamamos morriña. Así que me subí de nuevo al coche, y me fui a la que fue la casa de mis abuelos, hoy tristemente abandonada.
Cuando llegué allí, me puse muy triste. No estaba el perro en la puerta, dándole al rabo y contento por que yo llegara. Ni salia mi abuela a recibirme con su pañoleta negra, y su mandilón de diario, ni mi abuelo estaba sentado en la entrada, con su bastón en la mano. Ahora estaba todo vacío, y parecía como si la casa no hubiese estado habitada en miles de años. Me quedé allí parada como diez minutos intentando contener las lágrimas, y pensando en lo mucho que echaba de menos aquellos años, aquellas tardes de verano, y todas las historias que se quedaran detrás de esas paredes que ahora estaban abandonadas. Me dio mucha pena.
Mis abuelos le dejaron esa casa en herencia a mi tía, y esta vive en Francia, con lo cual no aparece por allí más que una vez al año, cuando viene de vacaciones, y la última vez que vino, este verano decidió ponerla a la venta, aunque aun no apareció comprador. A mi me da mucha pena, porque a parte de ser la casa en la que se crió mi madre, como os dije, encierra muchas historias y muchos recuerdos de mi infancia, ojala tuviera el dinero necesario para poder comprarla, pero pide demasiado para mi humilde bolsillo.
Y con mis pensamientos y recuerdos a cuestas volví al coche, para hacerme los sesenta kilómetros de vuelta. La verdad que me gustó ir al pueblo, y recordar tantas cosas, hay veces que echar la vista atrás no es malo, y nos transporta a otra época en la que también fuimos felices.
El lunes le llevaré las flores a mi padre, aunque a él se las tenemos fresquitas todas las semanas desde hace diez años, pero este año también será un poco especial, porque lo cambiamos para el lado de mi abuela, de su madre, así que toca viaje al otro pueblo, este aun más lejos...
Y en un par de horas, acaba mi jornada laboral, y empiezan mis vacaciones, así que hoy a pesar de las cervecitas de ayer, de las estrellas en mi cabeza esta mañana, y de la nostalgia que a una la asalta de vez en cuando, es un gran día, estoy deseando salir de aquí para empezar a disfrutar de mi merecido tiempo libre!! Feliz fin de semana a todos!!!

2 comentarios:

  1. me encantó el relato, primero también me parece tonto ese festejo en mi país que nada tiene que ver con esa tradición, segundo los recuerdos con los abuelos son una de las mejores cosas que nos deja la infancia, y da pena ver su casa abandonada, o en eternas luchas de tenencia, esa que tanto recuerdos nos trae, besos guapa.

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  2. Hola Sarita, la verdad es que el relato salió de lo más hondo de mi corazón...son tantos los recuerdos...

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