De Galicia a Argentina...

(Foto de mi pueblo, rio Mandeo, Aranga)

A veces, mirar atrás es síntoma de sabiduría, es señal de que nos importa nuestra historia y los motivos y las causas que nos trajeron al punto en el que estamos parados en el presente.
Soy de una tierra de luchadores, de gente trabajadora a la que nadie le regaló nunca nada. Pertenezco con orgullo, a ese numero altísimo de familias gallegas que emigraron, en su día por necesidad a países lejanos.
Argentina, Venezuela, Francia, Suiza, fueron los destinos escogidos por mis familiares en aquel momento. Ellos se despedían de su tierra en busca de la esperanza, dejando atrás familiares,amigos, sueños rotos,que aunque no lo parezca, no es fácil decirle adiós a esta tierra gallega.
De todos mis familiares, que emigraron en su día, la historia que más me conmueve, es la de mi abuelo paterno y sus hermanas.
Mi abuelo se quedó huerfano de madre a los siete años, y aunque no era el mayor, era el único hombre entre hermanas, así que le toco salir a trabajar desde muy pequeño, para ayudar a su padre a mantener la casa. Él aprendió a tallar zuecas de madera, y trabajaba toda la noche para poder venderlas por la mañana.
Su padre encontró a otra mujer, y se volvió a casar, y las cosas cada día se ponían más dificiles para él y sus hermanas.
Un buen día, empezó lo que marcaría para siempre sus vidas. La primera, la más mayor, recogía sus cosas y se marchaba. Se iba lejos, muy lejos. Cogería un barco durante muchos días, y cruzaría ese gran océano para llevarla a hacer la América. Necesitaban trabajo, nuevas oportunidades y nuevas esperanzas.
Ella embarcó un día, con pañuelo en mano, despidiendose de sus hermanos para la Argentina. Aquel día, que debió de ser uno de los más duros para ellos, se separaron sin saber si algún día se volverían a ver...
Después de ella, de la mayor, se fue la siguiente, esta un poco más cerca, después de pasar necesidades de todo tipo aquí en su tierra, de pasar por un matrimonio que le dio una hija, y quedarse viuda al poco tiempo, ella también se marchó.
Y así, unos y otros fueron contruyendo sus vidas, cada uno en una punta del mundo, cada unos con sus problemas y con sus penas. Lo único que los seguía manteniendo unidos eran las muchas cartas que se mandaban, palabras de cariño, de esperanza, palabras que necesitaban que llegaran a sus manos para saber algo de sus hermanos.
A pesar de la distancia, se contaban de todo. Tengo leído muchas de esas cartas, y no os imaginaís, la complicidad y la confianza que todos ellos depositaban en sus palabras. Relatos de la vida, del día a día, noticias de bodas, de hijos nuevos en lugares lejanos, nuevas familias, y siempre el deseo y la esperanza de regresas a su tierra amada.
Después de quedarse viuda, viajó a su tierra una vez más, aquí se casaría en secreto en su pueblo, con el que sería su segundo marido, después de quedarse viuda del primero, ese que le había regalado una hija, la que la cuidaría el resto de sus días y la compensaría con dos nietos que la adorarían siempre. Esa fue la última vez que mi abuelo vio a su hermana.
Después de aquel viaje, regresó a Argentina, donde tenia ya su vida formada, y solo con el paso de los años, y al ir viéndose cada vez más mayor, empezó a pedirle a su hermano que la ayudara con las gestiones para regresar a España. A pesar de ser una mujer sana y fuerte, ella quería morir en su tierra, con sus raíces, en el sitio que la vio crecer, en su pueblo de Aranga. Pero las cosas no son tan fáciles, y aunque recuerdo como mi abuelo, y mi padre intentaron por todos los medios que ella regresara a casa, las condiciones que le imponían los que hacen las leyes y los que mandan, no eran las adecuadas para que ella tuviera una vida acomodada en su tierra. Si quería volver tenia que renunciar a demasiadas cosas por las que había peleado durante todos esos años que le había regalado a Argentina.
A mi abuelo, este sentimiento de retorno le ocupaba sus pensamientos, pensaba que era muy triste el no volver a verla, y se aferró solo a lo que aun los unía, a todas esas cartas.
La vida da muchas vueltas, y yo un día descubrí que su nieto, y por lo tanto mi primo, al cual yo no conocía, vivía en España. Así que un día me puse en contacto con él por correo electrónico, explicándole un poco la historia que yo conocía por boca de mi padre y de mi abuelo, y en cuanto pude me fui a Madrid a conocerlo. El reencuentro, para mi fue muy emotivo, primero porque estaba conociendo a mi primo, porque la vida me regalaba un poco de lo que a mi abuelo le había sido robado, y segundo, porque solo podía pensar en la inmensa alegría que le produciría a este enterarse de que un trocito de su hermana volvía a estar con nosotros.
Con mi primo conecte en seguida, es una persona trabajadora y humilde, y a pesar de todo el esfuerzo, las curiosidades de la vida, hicieron que él tuviera que emigrar de su Argentina a España.
Después de visitarlo varias veces en Madrid, y de proponerle que viniera a Coruña, por fin un día accedió. Yo no puedo deciros con palabras la ilusión que reflejaba la cara de mi abuelo, al ver allí a su sobrino, al nieto de su hermana, a sangre de su sangre. La alegría fue inmensa, y la visita estuvo llena de recuerdos y de nostalgia.
Mi abuelo, lo llevó a ver el pueblo, donde había nacido él y sus hermanas, le enseñó la casa de sus padres, donde se criaron, la iglesia, el ayuntamiento donde se casó su abuela en el último viaje a España. Y nosotros mientras fotos y más fotos, esos momentos atrapados para siempre en el tiempo, esas imagenes estáticas en papel fotográfico para que su abuela pudiera al menos, ver su pueblo y su casa de niña después de toda una vida...
Ella se fue al cielo hace un año, creo, más o menos. Nos llegó la noticia por mi primo, aunque cuando fui a hablar con mi abuelo, él ya lo sabía por su sobrina, que lo había telefoneado desde  Argentina. Estaba triste, muy triste. Ya no quedaba nada, ni cartas, ni sueños, ni esperanzas, ya no volvería a ver su hermana, esa que le arrebató la vida aquel día de partida en un barco hacia tierras lejanas.
Ahora, siempre que voy a ver a mi primo, le traigo en mi maleta el mejor de los regalos, fotos, noticias, y hace poco, la inmensa alegría de que su sobrino había sido Papá. El día que le enseñé las fotos de la pequeñita, vi la sonrisa más amplia que puedo recordar de mi abuelo, y siempre que voy a verlo, me pregunta por su sobrino, y que cuando volverá a verlo.