lunes, 1 de noviembre de 2010
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Lo bueno de hoy ha sido que he ido a ver a mi padre, y lo malo, es que lo he ido a ver al cementerio... Triste, muy triste, sobre todo porque me he encontrado con lo que me golpea en cada visita, esa placa fría con su nombre grabado, su edad, y el año que se tuvo que marchar, siempre recordándome lo demasiado joven que era, los pocos años que pudo disfrutar de su familia y lo injusta que es la vida una vez más...
Volví en silencio para casa, no tenia nada que decir, ni siquiera se muy bien en lo que pensaba, quizá en todos esos buenos momentos que me regaló, o en sus manos acariciándome la cara, o en esos abrazos tan tiernos que solo él me sabía dar. En su olor, tan rico, tan especial y tan característico, en las tardes que compartimos tirados en el sofá explicándome cada fuera de juego, cada corner, o la historia entera de cualquier equipo de fútbol del planeta. En los paseos en coche, en compartir un paquete de pipas, o en como nos poníamos ciegos a base de pulpo a la gallega, mano a mano, a ver quien podía engullir más. En compartir un trozo de pan remojando la salsa de unas buenas almejas, o de nuestras partidas a la consola intentando batir el record el uno del otro.
Quizá pensaba en cuando me ayudaba con mis deberes del cole, o cuando sujetaba en sus manos mi triste boletín de notas fingiendo estar decepcionado, pero al minuto ya estaba explicándome por que debía estudiar y ser alguien grande en la vida. O cuando me mandaba a por tabaco, o que le hiciese un café tras otro...ojala siguiese escuchando esa orden aun hoy...
Nuestros bocadillos de nocilla, o de plátano, o los que nos hacíamos con patatas fritas. Nuestras bromas, su cariño inmenso e inagotable, cuando llegaba a mi habitación y me sacaba alguno de mis pantalones porque le gustaban tanto que se los acababa quedando él. Cuando nos escondía los regalos en reyes, o cuando compartiamos un perrito en cualquier banco del parque.
Si, a lo mejor venia pensando en eso, o en nada, porque la impotencia a veces no deja ni que nos asomen las lágrimas, y una se hace un ovillo se acurruca en el sofá, y decide que es como mejor quiere pasar este día, después de todo, hasta los ángeles entre las nubes están tristes, por eso hoy el cielo es gris y lluvioso...
No recuerdo todo lo que siento...
Lo bueno de hoy ha sido que he ido a ver a mi padre, y lo malo, es que lo he ido a ver al cementerio... Triste, muy triste, sobre todo porque me he encontrado con lo que me golpea en cada visita, esa placa fría con su nombre grabado, su edad, y el año que se tuvo que marchar, siempre recordándome lo demasiado joven que era, los pocos años que pudo disfrutar de su familia y lo injusta que es la vida una vez más...
Volví en silencio para casa, no tenia nada que decir, ni siquiera se muy bien en lo que pensaba, quizá en todos esos buenos momentos que me regaló, o en sus manos acariciándome la cara, o en esos abrazos tan tiernos que solo él me sabía dar. En su olor, tan rico, tan especial y tan característico, en las tardes que compartimos tirados en el sofá explicándome cada fuera de juego, cada corner, o la historia entera de cualquier equipo de fútbol del planeta. En los paseos en coche, en compartir un paquete de pipas, o en como nos poníamos ciegos a base de pulpo a la gallega, mano a mano, a ver quien podía engullir más. En compartir un trozo de pan remojando la salsa de unas buenas almejas, o de nuestras partidas a la consola intentando batir el record el uno del otro.
Quizá pensaba en cuando me ayudaba con mis deberes del cole, o cuando sujetaba en sus manos mi triste boletín de notas fingiendo estar decepcionado, pero al minuto ya estaba explicándome por que debía estudiar y ser alguien grande en la vida. O cuando me mandaba a por tabaco, o que le hiciese un café tras otro...ojala siguiese escuchando esa orden aun hoy...
Nuestros bocadillos de nocilla, o de plátano, o los que nos hacíamos con patatas fritas. Nuestras bromas, su cariño inmenso e inagotable, cuando llegaba a mi habitación y me sacaba alguno de mis pantalones porque le gustaban tanto que se los acababa quedando él. Cuando nos escondía los regalos en reyes, o cuando compartiamos un perrito en cualquier banco del parque.
Si, a lo mejor venia pensando en eso, o en nada, porque la impotencia a veces no deja ni que nos asomen las lágrimas, y una se hace un ovillo se acurruca en el sofá, y decide que es como mejor quiere pasar este día, después de todo, hasta los ángeles entre las nubes están tristes, por eso hoy el cielo es gris y lluvioso...
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Estos momentos son muy íntimos, muy tuyos. Quedate con los mejores recuerdos, sus olores, deja que una sonrisa tuya se dibuje en tu rostro recordando anecdotas divertidas..
ResponderEliminarLa vida nos pone a prueba muchas veces, no sé por qué a veces hace estas cosas...
Sería tan lindo poder abrazarnos con los que nos queremos!
Besos hermosa....