Pensamientos dibujados (VI)

Y ella, claro que recibió el mensaje. De hecho la noche anterior le respondió contándole lo bien que le iba todo, lo maravillosamente feliz que estaba, y los buenos días que le esperaban a la vuelta de la esquina. Todo en un tono exagerado para devolverle la misma moneda que él le había lanzado hacia unos días.

Empezaba a pensar que él quería recochinerarle, lo feliz que era ahora mismo, lo bien que le iba con la vida que había escogido, y lo peor, que no se arrepentía de haberla dejado apartada de su vida. Lo que estaba claro en todo esto, es que cada vez que él se alejaba de su mujer, recurría a ella con mensajes, o con conversaciones de lo más cariñosas, él sabía que por muchos años que pasaran ella siempre estaría ahí. Y ella sabía también que por mucho que él le dijera, nunca dejaría de estarlo, por que sentía que él formaba parte de su vida, aunque llevaran tantos años sin verse, sin escuchar siquiera sus voces, y sin saber que decirse si un día se encontraran por la calle, aunque esto último era bastante improbable dado los miles de kilómetros que los separaban.

Cada uno con su vida, con su historia, los dos igual de felices por su lado, pero dedicándose pensamientos de cariño de vez en cuando. Esto no es una historia de amor, esto no se lo que es, porque ni siquiera ellos saben ponerle nombre. Lo que está claro es que algo los atrae una y otra vez, son como el ángel de la guarda el uno para el otro, como ese oxigeno que a veces nos falta, como ese rayo de sol que nos ilumina por las mañanas...Son amigos extraños, se quieren, se olvidan, se hablan, se necesitan...

Esta es una historia extraña, ninguno de los dos quiere nada más de lo que tienen, sin embargo necesitan del otro cada cierto tiempo...

Y él, en su ocupada vida recibió el mensaje, lo leyó detenidamente y se entristeció porque entendió claramente lo que las palabras de ella querían decirle. Entendió que no debía contarle su felicidad paralela sin ella a su lado, comprendía que ella se hubiera sentido mal, algo así como lo que él sentía en estos momentos al leer su carta.

Algo tenia que haber en toda esa historia, algo de especial con un toque de magia, para que las cartas llegaran en botellas que naufragaban durante días o semanas en medio del océano. Si se atreviera a contárselo a alguien, no pasaría nada, porque jamás lo creerían, así que se guardaría esta historias solo para él. Después de todo, no estaba haciendo nada malo, ya que solo cuidaba un trozo de su pasado, sin más trascendencia en su presente ni en su futuro.
Aun así necesitaba hablar con ella, necesitaba decirle cosas que ni se le ocurrían en ese momento, pero por lo menos quería escuchar su voz...
Y ella, esperaba su respuesta, sentía tanta curiosidad como una niña pequeña, y daría lo que fuera por ver su cara mientras él leía su carta, o por saber que pensaría en el momento que la recibiera.
Que difícil se les hacía explicar algo que no tenia explicación, y que tristes los momentos en los que se daban cuenta que nunca más se verían, que estaban alimentando aun sin darse cuenta, algo que no conduciría a nada, que era un callejón sin salida.
Aun así, ella empezó a arreglarse todos los días, se levantaba temprano, se vestía con su mejor ropa y se maquillaba. Le gustaba imaginarse que algún día tropezaría con él por la calle, y no quería que la viera mal. Que pensamientos más ridículos, y más estúpidos, estando uno en México y el otro en Australia las posibilidades eran nulas, pero aun así ella soñaba.

Y él, la pensaba a ratos, y a otros la olvidaba. Era como algo que tenía a mano, algo a lo que recurrir cuando la nostalgia lo acechaba. Ella era su ángel de la guarda, la que siempre estaba al otro lado de la linea, o al otro lado de una carta. Ella era la que nunca jamás le fallaba, y le gustaba que fuera así, tanto que a veces hasta la extrañaba...