La vida es un gran naufragio...

A veces nuestra personalidad, nuestros miedos, nuestras actitudes, están marcadas por nuestras propias vivencias, y por como nos ha tratado la vida hasta el momento.
Yo me emociono cuando veo comidas de padres e hijos, cuando veo a un amigo que me cuenta como sus padres están haciendo lo imposible por ayudarlo a avanzar, o cuando veo calma al cruzar el umbral de cualquier puerta ajena.
Hoy, con un camino bastante recorrido, y con muchas cosas sobre los hombros, me doy cuenta que soy como soy, porque el mundo y la vida me han hecho así. No hace falta que os cuente mi historia de nuevo, que más o menos ya la sabéis, y los trapos sucios se lavan en casa, o al menos es lo que me gustaría aunque no siempre sea posible. Pero lo que tengo claro, es que muchos de los miedos que tengo hoy, están marcados por cosas de ayer.
El otro día un amigo, me estaba contando cosas de su nuevo proyecto de vida, y yo con mis mejores intenciones le daba mi opinión, o le contaba como lo había hecho yo, y lo orgullosa que estaba de haber logrado tantas cosas sola. Entonces él me miro, y con ojos de "te entiendo perfectamente", me dijo: -Ya Marta, pero no es lo mismo, tu vida es distinta, no crees?.
En ese momento baje la mirada y no dije nada, pero si que es verdad, que por mucho que me quiera negar a mi misma que los hechos del pasado no han cambiado las cosas no es verdad. Cuando algo tan fuerte como una enfermedad, o una muerte golpea sobre una familia, cada miembro actúa como siente. Unos tratan de salir adelante, de mirar por los otros, porque nadie desfallezca o abandone el barco. Unos nos echamos todo sobre la espalda e intentamos tirar del barco, sin pensar en nosotros mismos, solo en evitar el naufragio. Otros, no solo se hunden, sino que echan agua en cubierta, bien sin querer, bien sin darse cuenta bien por lo que sea. Otros simplemente se ausentan, se encierran, tratan de huir, aunque mi experiencia me dice que la huida ni es la mejor salida, ni creo que sea del todo posible. Hay quien llora, desconsoladamente, se pone nervioso, y pierde el rumbo, su propio rumbo, y la persona que un día fue, de repente está consumida por la pena, por el dolor, el rencor, y se queda para siempre viviendo en el pasado.
Entre este temporal, y tanta marejada durante años, es una suerte conseguir un bote salvavidas y poder salvarse. Es verdad, que yo lo tuve más fácil, porque en cuanto empezó el naufragio ya tenia a mi marido al lado con el chaleco en la mano, y la barca con sus remos. Pero aun recibiendo ayuda, cuesta, cuesta mucho. Y no es verdad eso de que el tiempo lo cura todo. El tiempo no cura nada, lo que pasa es que aprendes a vivir con eso sobre tus hombros, y te haces más dura, y más débil al mismo tiempo.
De repente, te das cuenta que cosas por las que antes llorabas, ahora ni te conmueven, y sin embargo miedos de los que antes desconocías ahora te acechan en las noches más frías.
Y esta es la vida, la que hay, la que toca, y no vale darle vueltas a lo que pasó, o a lo que pasará, porque no podemos elegir. Porque las cosas vienen, como vienen, y hay que estar preparado para salir a nado en cualquier momento.
He tenido la gran suerte de entrar en la familia de mi marido, ellos, aunque no lo sepan, me han enseñado mucho en todos estos años, me han hecho ver como hay que enfrentarse a los problemas, a los más pequeños y a los más grandes. Desde mi humilde punto de vista, son un gran ejemplo de como vivir la vida, y dejar vivirsela a los demás.
Si algún día tengo un hijo, me gustaría que saliera con esa garra de su familia paterna, con esa fuerza y ese positivismo, con ese temple, y ese amor tan grande de pensar en los suyos aun sin dejar de pensar en él mismo.