Escondida bajo la luz de la luna.

Sigo con la ventana abierta, a la espera de que algún día vuelvas. Me enseñaste a levantarme alegre por las mañanas, a descubrir cada nuevo día con más ilusión que el anterior, me enseñaste el camino a los columpios de las estrellas, -Por si un día estás triste- me decías, -cuelgate de ellas. Reconozco que es ahí donde me escondo, donde mis rizos rubios ondean libres bajo la luz de la luna, y donde en las noches claras, puedo ver tu mirada oscura, escondida detrás de cualquier nube.
Me enseñaste a volar sin paracaídas, y me regalaste unas alas eternas, que aunque nunca se cansan de sus continuos vuelos, a veces les pueden las agujetas.
Conseguí volar muy alto sin tu mano, aunque yo se que siempre estás cuidando mi  pausado y torpe vuelo, llegué a la luna donde  prometí amor eterno, y es allí donde me quiero ir un día a vivir.
Ya tengo los planos para mi casa, un techo de estrellas, y una lámpara de sol, con muchas nubes para poner como cama, y un gran salón. La cocina es de polvo de hadas, y en el jardín he puesto un mar de plata. Los baños son de días grises, aunque he instalado agua del Caribe. En el porche he puesto dos sillas, para estar juntos y tranquilos siempre que vigilas.
El proyecto está aceptado y enviado, y bueno, me imagino que tu antiguedad en esa parcela ayudará para que la obra avance rápido. Si se termina pronto, y yo aun no llego, no dudes en irte a ella, será un bonito lugar para nuestro esperado encuentro.
Y mientras tanto, yo sigo peleándome con mi compañero de cuarto, el dice que ventana cerrada, pero yo aun tengo alguna esperanza, y si algún día vienes y la encuentras cerrada, será porque ese día te he abierto toda mi alma.