Como en un cuento...: Principio de claridad

jueves, 20 de mayo de 2010

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Principio de claridad


Parece que ha llegado el verano, el sol brilla en el cielo, y ya empieza a verse la gente en las playas. Los parques se llenan de niños, y las calles de paseantes decididos a aprovechar este buen tiempo. Se nota en el animo de las personas, que estábamos deseando la llegada del calorcito, te sale la risa tonta al despertarte por la mañana levantar la persiana y ver un resplandeciente día. Ha sido un invierno muy largo, muy duro, y ahora solo falta esperar que esto dure, y que el buen tiempo se quede ya con nosotros definitivamente...

Como veis, estoy un poco mejor, a mi espalda también le favorece el solete, ya no tengo tanto frío, ni estoy destemplada, y poco a poco el dolor va pasando. Lento, es cierto, pero que alivio y que felicidad da el hecho de notar como disminuye. He pasado unos días horribles, con un dolor espantoso, ni sentada, ni de pie, ni acostada encontraba alivio. La verdad es que se pasa bastante mal, por eso el otro día me acordaba de las muchas personas que sufren dolores como este, e incluso más agudos todos los días de su vida...

Tengo una clienta, que tiene fibromialgia, dos hernias cervicales, y artritis reumátoide. Ella rondará los cincuenta años, no más. Siempre que viene a mi tienda, se desahoga conmigo. Me cuenta la cantidad de pastillas que toma al día para intentar, si remedio, aliviar un poco los dolores. Ella probó, con masajistas, con ozonoterapía, con piscina, con ejercicios de relajación, con yoga, con pilates, con médicos privados que le vaciaron el bolsillo y le dejaron los mismos dolores que tenía, un horror!!. Ella me decía un día, que cuando le diagnosticaron todo esto, le ofreció a su marido la separación, que no quería que él se sintiera atado a una persona enferma y limitada. Es duro escuchar esto de una mujer llena de coraje y ganas de vivir y tirara para delante, pero ella dice que ni su marido la entiende a veces. Una cosa es que te duela, y otra muy distinta, me duele.

Muchas veces cuando él llega de trabajar, y se la encuentra tirada en el sofá, o en cama, con la cena sin hacer, y las cosas de casa sin terminar, él se enfada. Ella llorando me decía: -Es que no puedo!, tengo tanto dolor que no me puedo mover. No quiero hablar, oír, o estar con nadie, solo quiero estás sola con mi agonía.!

Y claro, pobre mujer, cuanto tiempo sin encontrar una esperanza, sin encontrar un poco de luz al final del túnel. El dolor amarga a las personas más alegres.

Os diré, que si la vierais, si ella no os dijera nada, veríais a una mujer alegre, simpática, habladora, con carácter, y feliz. Parece raro lo que digo, pero yo creo que eso es el ejemplo, de que ella lucha en todo momento por estar bien, en silencio lleva su pena, y siempre saca al mundo su mejor cara, la buena.

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