miércoles, 6 de julio de 2011
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Marcos suspira: Ayer una frase pronunciada a lo lejos hizo que los fantasmas se apoderaran de su alma." A su marido le será imposible volver a andar".
Marcos pensaba en Laura, en la cara que estaría poniendo al escuchar esas palabras escalofriantes.
Antes del accidente de moto, era uno de los mejores Bomberos de la ciudad, se esforzaba a diario para estar en forma física y mental, era lo que más le apasionaba en el mundo y quería llegar lejos en su profesión.
Solo hacía unos meses de la boda en aquella idílica playa, podía recordar claramente a Laura descalza por la arena, y vestida de blanco ante la mirada de cientos de familiares y amigos. En aquel momento pensó que era el hombre más feliz del mundo, y ahora sabía que estaba en lo cierto.
A las once y media del día anterior un golpe seco le hizo perder el sentido, en el momento no sintió miedo, no pensó en nada, solo notaba paz en su interior. Cuando abrió los ojos, pudo ver una multitud de personas a su alrededor con la cara desencajada.
-No te muevas, te pondrás bien, enseguida llega la ambulancia.
No sufría, en ese momento solo trataba de recordar que era lo que había pasado, y en Laura...
-Donde está Laura? Tengo que llamarla por favor!
-Tranquilo, no hables que ya llega enseguida la ayuda.- le decía una señora mientras le agarraba con fuerza la mano, dándole calor y aportándole toda su fuerza.
Que tontería! El tormento apareció en cuanto vio la cara de los chicos de la cruz roja. Marcos ahora tenía la sensación de no haber vivido lo suficiente, quería quedarse más tiempo al lado de su mujer.
Acababan de comprar un bar, entre lo que sacaban de el y su sueldo como Bombero les iban bien las cosas, deseaba con todas sus fuerzas volver a servir esas copas hasta las tantas de la mañana después de hacer su turno en el trabajo, de haber pasado por el gimnasio y de dejar las cosas de casa listas. Laura estaba todo el día en el bar, ella se encargaba de la cocina, de los desayunos, y se quedaba hasta tarde con Marcos, a pesar de que este insistiera en que fuera a descansar. Pero ella siempre prefería robarle minutos a la vida para estar a su lado.
-Quieres que te sea sincero? O que quieres que te diga? - Le preguntó el medico un mes después de estar ingresado en el hospital.
-La verdad.- Respondió, pero mentía. Existía una lejana posibilidad de que todo aquello fuese una pesadilla, y lo último que iba a hacer ahora era descartarla de su mente tan facilmente. Marcos esperaba esa esperanza, esas palabras que le hicieran sonreír y soltar un suspiro de alivio.
Después de unas palabras así tú vida cambia, ya no vuelves a ser el de antes. Uno puede renacer de nuevo, pero vives de otra forma, nadie puede evitar que la angustia y el miedo apodere tu alma.
Ahora le esperaba aprender de nuevo todas esas cosas que aprendió siendo niño, solo que de un modo distinto. Podía compadecerse, patalear, llorar, maldecir, o incluso culpar al hombre del otro coche, pero cualquiera de esas opciones no le devolvería la movilidad en sus piernas, no le devolvería su trabajo como bombero, o las carreras detrás de Laura jugando antes de irse a la cama.
Ahora volvía a valorar los placeres de la vida como si no los conociese antes, el sonido de la canción que había bailado con Laura el día de la boda, ahora sonaba igual pero distinto. Ya nunca podría volver a bailar con ella de aquella manera. Era un placer desesperado. El placer ahora era más agudo, más intenso, más real, más cruel porque había estado a punto de perderlo, de no volver a sentirlo de nuevo, ni de esta forma ahora nueva, ni de la que siempre había conocido.
Marcos tenía 25 años, tres meses y cinco días, la mañana en que su vida se quebró de golpe contra ese otro coche. Ese día llevaba el casco, la cazadora de la moto, y hasta los vaqueros largos. Y era curioso, porque desde que tenía la moto, había cometido mil veces la imprudencia de andar en pantalón corto, o sin la camiseta. Que habría pasado de ser así? Probablemente se hubiera acabado todo.
Cuando te quedas parapléjico con 25 años, tu vida se para de a misma forma que si hubieses muerto. Pero solo al principio, porque Marcos quería que su vida regresara, y no estaba dispuesto a acostumbrarse a esa situación y renunciar a todo lo que había tenido hasta ahora.
Todo es nuevo, todo tiene otro sabor. Antes pasaban los días, las horas y hasta tenías la osadía de sentirte aburrido, Marcos ahora se enfrentaba a la vida, como si realmente empezara la segunda, como si le hubieses regalado otra oportunidad para llegar aun más lejos, aunque sentía que una parte de él había muerto en aquel accidente.
Los que pasan por situaciones tan extremas suelen experimentar sentimientos encontrados, pero al mismo tiempo se aferran a lo que ahora tienen con hambre de futuro, y con más fuerza de la que nunca pudieron antes presumir.
Marcos ya no podía montar en moto, no podia volver al puesto de bombero, ni siquiera podría servir más copas en el bar, porque desde su silla de ruedas ahora la barra le quedaba inalcanzable, pero podía reír, llorar, suspirar, sentir. Podía abrazar a Laura, soñar con la vida que habían soñado antes aunque tuviera que hacer algunos cambios. Podía sentir y eso lo mantendría vivo mientras la muerte de verdad no le llegara.
Hoy Marcos da charlas de apoyo y ayuda a otros tetraplegicos en diferentes hospitales de la Coruña. Aprendió a conducir un coche adaptado, a hacer deporte con su silla, y a mantener una vida distinta pero buena al fin y al cabo. No volvió a su trabajo de Bombero, pero con la indemnización que le dieron por el accidente vendió el piso y se compró una casa cerca del mar. Traspasó el bar, para que Laura estuviera todo el tiempo posible al lado de él, y decidieron que era el momento de buscar un niño juntos.
Las charlas y coloquios que imparte en el hospital, le han echo ganar el cariño de médicos y enfermeras, y no es raro escuchar por los pasillos como hablan de Marcos, de su fuerza ante la vida, y sus ganas de vivirla.
Desde el día del accidente, me he cruzado con él en numerosas ocasiones, y nunca jamás he notado la ausencia de una sonrisa en su rostro. Cada día que lo veo, me siento en parte, culpable por tantas lamentaciones y reproches hacia las cosas más tontas de la vida. Y sabes que? Marcos, me ha enseñado, que toda circunstancia nos obliga a asumir algún cambio, de lo contrario permaneceríamos muertos.
Bendita su luz...
Marcos suspira: Ayer una frase pronunciada a lo lejos hizo que los fantasmas se apoderaran de su alma." A su marido le será imposible volver a andar".
Marcos pensaba en Laura, en la cara que estaría poniendo al escuchar esas palabras escalofriantes.
Antes del accidente de moto, era uno de los mejores Bomberos de la ciudad, se esforzaba a diario para estar en forma física y mental, era lo que más le apasionaba en el mundo y quería llegar lejos en su profesión.
Solo hacía unos meses de la boda en aquella idílica playa, podía recordar claramente a Laura descalza por la arena, y vestida de blanco ante la mirada de cientos de familiares y amigos. En aquel momento pensó que era el hombre más feliz del mundo, y ahora sabía que estaba en lo cierto.
A las once y media del día anterior un golpe seco le hizo perder el sentido, en el momento no sintió miedo, no pensó en nada, solo notaba paz en su interior. Cuando abrió los ojos, pudo ver una multitud de personas a su alrededor con la cara desencajada.
-No te muevas, te pondrás bien, enseguida llega la ambulancia.
No sufría, en ese momento solo trataba de recordar que era lo que había pasado, y en Laura...
-Donde está Laura? Tengo que llamarla por favor!
-Tranquilo, no hables que ya llega enseguida la ayuda.- le decía una señora mientras le agarraba con fuerza la mano, dándole calor y aportándole toda su fuerza.
Que tontería! El tormento apareció en cuanto vio la cara de los chicos de la cruz roja. Marcos ahora tenía la sensación de no haber vivido lo suficiente, quería quedarse más tiempo al lado de su mujer.
Acababan de comprar un bar, entre lo que sacaban de el y su sueldo como Bombero les iban bien las cosas, deseaba con todas sus fuerzas volver a servir esas copas hasta las tantas de la mañana después de hacer su turno en el trabajo, de haber pasado por el gimnasio y de dejar las cosas de casa listas. Laura estaba todo el día en el bar, ella se encargaba de la cocina, de los desayunos, y se quedaba hasta tarde con Marcos, a pesar de que este insistiera en que fuera a descansar. Pero ella siempre prefería robarle minutos a la vida para estar a su lado.
-Quieres que te sea sincero? O que quieres que te diga? - Le preguntó el medico un mes después de estar ingresado en el hospital.
-La verdad.- Respondió, pero mentía. Existía una lejana posibilidad de que todo aquello fuese una pesadilla, y lo último que iba a hacer ahora era descartarla de su mente tan facilmente. Marcos esperaba esa esperanza, esas palabras que le hicieran sonreír y soltar un suspiro de alivio.
Después de unas palabras así tú vida cambia, ya no vuelves a ser el de antes. Uno puede renacer de nuevo, pero vives de otra forma, nadie puede evitar que la angustia y el miedo apodere tu alma.
Ahora le esperaba aprender de nuevo todas esas cosas que aprendió siendo niño, solo que de un modo distinto. Podía compadecerse, patalear, llorar, maldecir, o incluso culpar al hombre del otro coche, pero cualquiera de esas opciones no le devolvería la movilidad en sus piernas, no le devolvería su trabajo como bombero, o las carreras detrás de Laura jugando antes de irse a la cama.
Ahora volvía a valorar los placeres de la vida como si no los conociese antes, el sonido de la canción que había bailado con Laura el día de la boda, ahora sonaba igual pero distinto. Ya nunca podría volver a bailar con ella de aquella manera. Era un placer desesperado. El placer ahora era más agudo, más intenso, más real, más cruel porque había estado a punto de perderlo, de no volver a sentirlo de nuevo, ni de esta forma ahora nueva, ni de la que siempre había conocido.
Marcos tenía 25 años, tres meses y cinco días, la mañana en que su vida se quebró de golpe contra ese otro coche. Ese día llevaba el casco, la cazadora de la moto, y hasta los vaqueros largos. Y era curioso, porque desde que tenía la moto, había cometido mil veces la imprudencia de andar en pantalón corto, o sin la camiseta. Que habría pasado de ser así? Probablemente se hubiera acabado todo.
Cuando te quedas parapléjico con 25 años, tu vida se para de a misma forma que si hubieses muerto. Pero solo al principio, porque Marcos quería que su vida regresara, y no estaba dispuesto a acostumbrarse a esa situación y renunciar a todo lo que había tenido hasta ahora.
Todo es nuevo, todo tiene otro sabor. Antes pasaban los días, las horas y hasta tenías la osadía de sentirte aburrido, Marcos ahora se enfrentaba a la vida, como si realmente empezara la segunda, como si le hubieses regalado otra oportunidad para llegar aun más lejos, aunque sentía que una parte de él había muerto en aquel accidente.
Los que pasan por situaciones tan extremas suelen experimentar sentimientos encontrados, pero al mismo tiempo se aferran a lo que ahora tienen con hambre de futuro, y con más fuerza de la que nunca pudieron antes presumir.
Marcos ya no podía montar en moto, no podia volver al puesto de bombero, ni siquiera podría servir más copas en el bar, porque desde su silla de ruedas ahora la barra le quedaba inalcanzable, pero podía reír, llorar, suspirar, sentir. Podía abrazar a Laura, soñar con la vida que habían soñado antes aunque tuviera que hacer algunos cambios. Podía sentir y eso lo mantendría vivo mientras la muerte de verdad no le llegara.
Hoy Marcos da charlas de apoyo y ayuda a otros tetraplegicos en diferentes hospitales de la Coruña. Aprendió a conducir un coche adaptado, a hacer deporte con su silla, y a mantener una vida distinta pero buena al fin y al cabo. No volvió a su trabajo de Bombero, pero con la indemnización que le dieron por el accidente vendió el piso y se compró una casa cerca del mar. Traspasó el bar, para que Laura estuviera todo el tiempo posible al lado de él, y decidieron que era el momento de buscar un niño juntos.
Las charlas y coloquios que imparte en el hospital, le han echo ganar el cariño de médicos y enfermeras, y no es raro escuchar por los pasillos como hablan de Marcos, de su fuerza ante la vida, y sus ganas de vivirla.
Desde el día del accidente, me he cruzado con él en numerosas ocasiones, y nunca jamás he notado la ausencia de una sonrisa en su rostro. Cada día que lo veo, me siento en parte, culpable por tantas lamentaciones y reproches hacia las cosas más tontas de la vida. Y sabes que? Marcos, me ha enseñado, que toda circunstancia nos obliga a asumir algún cambio, de lo contrario permaneceríamos muertos.
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Cómo te cambia la vida en cuestión de segundos....
ResponderEliminarLo importante es afrontar los cambios, hay gente que no se lo toma de la misma manera que Marcos, aunque seguro que también habrá tenido sus bajones-
Lo que está claro es que en la carretera hay que ir con los cinco sentidos en alerta.