sábado, 11 de junio de 2011
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Sueña el naufrago desde su isla, que un barco asome en el horizonte. Solo en medio de la nada, sin más futuro que la arena y sin más cobijo que las palmeras, se esfuerza cada día por sonreír mirando a lo lejos, a que algún día, en algún momento, ese rescate aparezca...
Se levanta temprano por las mañanas, una buena ducha en su bañera.
-Afortudado por tanta belleza...-Piensa.
Se seca con la toalla de los rayos del sol, y sale a la compra, intrigado por el menú que habrá dejado hoy el reparto.
Unos días, encuentra dátiles, otros un poco de pescado, y los días de fiesta siempre tiene un trozo de carne al que echarle mano.
-Afortunado por tantos manjares...
Se echa la siesta debajo de la palmera, quizá tome un poco el sol para broncear la piel, y cuando ha reposado bien la comida, juega al fútbol con el único balón que encontró en todo "Peumayen".
-Afortudado de mi suerte...
Otras veces lo ataca la melancolía, entonces se mete en la cama, se tapa con las sábanas de hojas secas, y llora en silencio esperando que un barco llegue a su encuentro. El recuerda a su Amanda, tan dulce, tan linda, que será ahora de ella, quizá ya lo haya olvidado, o quizá un mejor mundo la espera...
-Afortunado de tener recuerdos que me acerquen a ti...
Cenas a la luz de la luna, música de fondo entonada por el canto de los pájaros, el murmullo de la gente soñada entre las ramas de los arboles, y el leve rugir de las olas del mar...
-Afortunado de esta soledad...
Una mañana se levanta dispuesto a su baño diario, cuando observa un gran barco acercándose a lo lejos. El naufrago levanta los brazos, hace señales de humo, salta, sonríe, sueña, y recuerda a Amanda en su mundo esperando por él.
Después de tanto tiempo el sueño se hace realidad, y en unas horas apenas, estará zarpando de nuevo para su patria, con su gente, su mundo, su bandera. Con su Amanda, y con mil sueños por soñar...
Al cabo de un rato, el naufrago piensa en si Amanda le estará esperando, piensa en que pasaría si ella ahora tiene otra vida, otro marido, otros hijos. Se le llenan los ojos de lágrimas, y recuerda el ruido de las bombas cayendo sobre niños inocentes en esa guerra, a la que había ido destinado tiempos atrás. Recuerda también el racismo, el desprecio a las distintas clases sociales, la lucha del mundo por la posesión de petróleo, los atentados de grupos radicales, los robos, los abusos, tantas mujeres maltratadas y asesinadas en manos de sus maridos...
El naufrago llora, y recuerda como sus padres eran tan mayores cuando él llegó a "Peumayen", piensa que después de tantos años lo normal es que ya no estuvieran esperando tampoco, y se entristece.
Cabizbajo, se encoje y se hace un ovillo tirado sobre la arena, llora, grita y maldice, nunca tan cerca se sintió de la locura eterna...
Se levanta con ira, apaga el fuego para que no se vea el humo, recoge las hojas que escribían los mensajes de ayuda, las ramas, esconde su cabaña, y se refugia dentro, para no salir más...
A la mañana siguiente asoma la cabeza, y no ve ningún barco, no hay señales de vida aparentes. Agarra de nuevo ramas secas, y con ellas dibuja en la arena la palabra "Peumayén", que traducido de la lengua Mapuche, significa "Lugar soñado"
El naufrago sonríe y piensa:
-Que afortunado de poseer tanta inmensidad...
Lugar soñado...Mi asignatura pendiente.
Sueña el naufrago desde su isla, que un barco asome en el horizonte. Solo en medio de la nada, sin más futuro que la arena y sin más cobijo que las palmeras, se esfuerza cada día por sonreír mirando a lo lejos, a que algún día, en algún momento, ese rescate aparezca...
Se levanta temprano por las mañanas, una buena ducha en su bañera.
-Afortudado por tanta belleza...-Piensa.
Se seca con la toalla de los rayos del sol, y sale a la compra, intrigado por el menú que habrá dejado hoy el reparto.
Unos días, encuentra dátiles, otros un poco de pescado, y los días de fiesta siempre tiene un trozo de carne al que echarle mano.
-Afortunado por tantos manjares...
Se echa la siesta debajo de la palmera, quizá tome un poco el sol para broncear la piel, y cuando ha reposado bien la comida, juega al fútbol con el único balón que encontró en todo "Peumayen".
-Afortudado de mi suerte...
Otras veces lo ataca la melancolía, entonces se mete en la cama, se tapa con las sábanas de hojas secas, y llora en silencio esperando que un barco llegue a su encuentro. El recuerda a su Amanda, tan dulce, tan linda, que será ahora de ella, quizá ya lo haya olvidado, o quizá un mejor mundo la espera...
-Afortunado de tener recuerdos que me acerquen a ti...
Cenas a la luz de la luna, música de fondo entonada por el canto de los pájaros, el murmullo de la gente soñada entre las ramas de los arboles, y el leve rugir de las olas del mar...
-Afortunado de esta soledad...
Una mañana se levanta dispuesto a su baño diario, cuando observa un gran barco acercándose a lo lejos. El naufrago levanta los brazos, hace señales de humo, salta, sonríe, sueña, y recuerda a Amanda en su mundo esperando por él.
Después de tanto tiempo el sueño se hace realidad, y en unas horas apenas, estará zarpando de nuevo para su patria, con su gente, su mundo, su bandera. Con su Amanda, y con mil sueños por soñar...
Al cabo de un rato, el naufrago piensa en si Amanda le estará esperando, piensa en que pasaría si ella ahora tiene otra vida, otro marido, otros hijos. Se le llenan los ojos de lágrimas, y recuerda el ruido de las bombas cayendo sobre niños inocentes en esa guerra, a la que había ido destinado tiempos atrás. Recuerda también el racismo, el desprecio a las distintas clases sociales, la lucha del mundo por la posesión de petróleo, los atentados de grupos radicales, los robos, los abusos, tantas mujeres maltratadas y asesinadas en manos de sus maridos...
El naufrago llora, y recuerda como sus padres eran tan mayores cuando él llegó a "Peumayen", piensa que después de tantos años lo normal es que ya no estuvieran esperando tampoco, y se entristece.
Cabizbajo, se encoje y se hace un ovillo tirado sobre la arena, llora, grita y maldice, nunca tan cerca se sintió de la locura eterna...
Se levanta con ira, apaga el fuego para que no se vea el humo, recoge las hojas que escribían los mensajes de ayuda, las ramas, esconde su cabaña, y se refugia dentro, para no salir más...
A la mañana siguiente asoma la cabeza, y no ve ningún barco, no hay señales de vida aparentes. Agarra de nuevo ramas secas, y con ellas dibuja en la arena la palabra "Peumayén", que traducido de la lengua Mapuche, significa "Lugar soñado"
El naufrago sonríe y piensa:
-Que afortunado de poseer tanta inmensidad...
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OOOWWWWW! que paradoja, muchos de nosotros nos sentimos o nos hacen sentir en una isla y quizas siendo concientes de ello siempre preferiremos la soledad a una mala compañia (que es mala?) sin saber el final ya lo habia sacado, me gusto la historia y seguramente en las mismas circunstancias yo haria lo mismo. ¿quien no?
ResponderEliminarDeseamos tanto tener algo que cuando estamos cerca de conseguirlo nos da miedo.
ResponderEliminarImagino que es parte de nuestra naturaleza, pero lo que está claro es que el que no sueña, no vive.
Besitos.
Precioso Marta! Me ha encantado este relato.
ResponderEliminarTe deseo una estupenda semana. Besitos y hasta pronto.