Las agujas del reloj volaban feroces hacia la hora de partida. Decenas de familias se amontonaban en la terminal del vuelo que partía rumbo hacia la patria querida, y Ana lloraba en silencio, para que nadie la viera, mientras esperaba el momento en que su nieto embarcara en aquel avión que los separaría hasta no se sabía cuando.
Ella recordaba como años atrás, había emprendido ese mismo viaje de la mano de Alfredo, su difunto esposo que por aquel entonces la había convencido para emigrar rumbo a la Argentina en busca de futuros nuevos, de esperanza y un trabajo que los sacase de la situación que dejaban en su Galicia natal, tan afectada y tan dolorida por los destrozos de una guerra. En aquel momento Ana se despidió de sus padres, igual que lo iba a hacer ahora Juan, su nieto, con la promesa debajo del brazo de volver pronto con un remedio de futuro, con dinero para ayudarles, y quizá así las cosas volverían a sonreír para todos ellos. Pero Ana, se pasó en Argentina muchos años, demasiados para su gusto. Trabajó de sol a sol, y codo con codo con su Alfredo en una lechería que montaron en La Plata con los pocos ahorros que lograron conseguir. Ana tuvo allí a sus dos pequeños, Roberto y Marisa, y se prometió a si misma volver a traerlos algún día a su Galicia para que conocieran sus raíces, su tierra encantada y meiga...a sus padres...Pero la vida a veces aprieta, y la carta que le llegó del pueblo cuando su niña mayor cumplía los diez años, le notificaba que sus padres habían muerto después de una larga enfermedad. Primero fue su madre Aurelia, afectada de una enfermedad cardiaca, o de pena como solía decir ella, y a los pocos meses, fue el padre, que al no poder aguantar tanta soledad, acompañó a su mujer al campo santo para descansar a su lado para siempre...
Ana se sumió en la pena, pero con dos pequeños, no podía dejarse vencer, y siguió trabajando muy duro durante años para que sus hijos no pasaran las mismas necesidades que tuvieron ellos de jóvenes.
El año que Roberto se casó, Alfredo, su marido caía enfermo. Esta vez duraría poco el sufrimiento, porque en un par de meses la enfermedad lo consumiría de todo dejando a Ana más sola que nunca. Ahora sí era el momento de regresar, porque todo lo que le había dado Argentina ya no le servía de nada sin sus seres más queridos a su lado.
Roberto ya casado, amplió la lechería a unos grandes almacenes, y junto a su esposa decidió quedarse en su tierra, ya que él no extrañaba una Galicia que no había conocido. Marisa al ver a su madre tan triste, pensó que ella al no tener nada que dejar atrás, no le importaría conocer de donde precedían sus padres...
Y así fue como madre e hija regresaron, ya en avión a la tierra que Ana había extrañado durante tantos años...
El regreso a Galicia fue para Ana una inyección de vida. Marisa en seguida se casó y le dio dos lindos nietos, Juan y Carolina, y al lado de ellos vivió momentos muy felices a pesar de no tener a su lado a Alfredo. Pero las cosas en España empezaron a empeorar, como años atrás cuando ella había partido hacia nuevos horizontes, encontrar trabajo para la gente joven se estaba volviendo una pesadilla y ahora se enfrentaba de nuevo a las despedidas...
Juan pensó que en Argentina, su tío Roberto le podría ayudar a encontrar un trabajo, viviría con él durante un tiempo mientras no lograba posicionarse por él mismo, y con esta esperanza de futuro montó sus maletas y emprendió una nueva vida.
Ana se secaba las lágrimas de vez en cuando. No quería que Juan la viera llorar, no quería que descubriera sus pensamientos, porque Ana sabía que no era una simple despedida, sabía que la historia se repetía, y como había pasado años atrás en los que ella dejó aquí a sus padres para no volver a verlos, ahora al que no vería más sería a su nieto...
-Abuela estás bien?
-Si Cariño! Es solo que estoy feliz por ti, y por el maravilloso futuro que vas a tener allá. Dile a tu tío que lo quiero mucho, y que lo extraño, y dile también que te cuide que si no va a conocer a su madre enfadada.
-Abuela, ya verás como ni me echas de menos! En cuanto llegue hablamos por Internet, mamá te pondrá el ordenador para que puedas verme, igual que te hago yo para que hables con el tío vale?
-Claro Juan, cuidate mucho cariño.
-Y sabes que Abuelita? En verano vendré a verte, vendré en vacaciones y te traeré algo de tu otra tierra ya verás...
Pero Ana no sabía si ella aun estaría el próximo verano... Ana solo sabía que le había tocado una vida de despedidas, de lucha, de trabajo... Y que todo lo que había conseguido para sus hijos y para sus nietos, no había valido de nada si ahora la historia volvía a repetirse...
-Abuela dame un beso!
-No seas zalamero ehhh?? Prometeme que te vas a cuidar.
-Cuando vuelva, nos sentaremos al lado de la chimenea y te contaré todo abuelita. Voy a estar bien ya verás, el tío me cuidará casi tan bien como tú.
-Te quiero mucho Juan, nunca lo olvides...
-Y yo a ti, viejecita, y yo a ti!!!
me gusta como has descrito la historia de cantidad de gallegos que tuvieron que emigrar a las Americas.
ResponderEliminarun besito, y sigue escribiendo como lo haces.
rosana.
Demasiada gente pasa por lo que cuentas en esta historia.
ResponderEliminarDebe de ser duro dejar tu casa para buscarte la vida y que cuando llegas a tu destino.... no sea como parecía que iba a ser.
Hola Marta, me puedes confirmar si mi comentario de esta mañana cuajó? No sé que me pasa a veces con tu blog, que cuando le doy a comentar, internet explorer me dice adiós, pero sin embargo, me pone que el comentario aparecerá una vez sea aprobado.
ResponderEliminarTe decía que el relato es precioso, que me ha gustado mucho y que cuándo será el día que dejemos de emigrar?
Llevo una semana más o menos ausente porque me fuí de viaje a los madriles, a visitar a mis compañeros y amigos y el tiempo no me dio para nada.
Te mando un mail y me cuentas un poco de María, que fue de ella?
Un abrazo y feliz semana.