Y ese miedo sin fin...

Cuando todo oscurezca no hace falte que hables, cierra los ojos, descansa, mientras yo te recuerdo todas esas cosas por las que has de levantarte en cuanto amanezca. Que no estamos solos, aunque no veas a casi nadie, siempre estarán esas manos cansadas tendidas a tus pies, para que te agarres cuando creas que puedes caer. Cuando la tarde se tiña de naranja, y la madeja esté tan liada que no encuentres la salida, has de saber que debajo de tu almohada siempre guardaré el comienzo del ovillo para que puedas tirar de él sin que las sombras del miedo lleguen a alcanzar tus pasos confusos. Cuando el miedo se apodere de tus pensamientos, tendré abiertas las ventanas para que emprendas tu vuelo, y puedas marchar a paraísos desiertos donde será eterna tu risa. Me despedirás y arderás en una estrella, y entonces celebraremos juntos ese pequeño milagro de tu risa... esa que nunca debe faltar, ni perderse, ni confundirse con el ruido del mar... Pasarán los años y conservaremos las promesas, y en algún punto nos encontraremos en frente a una de nuestras "estrellas", y recordaremos que una noche intercambiábamos mails, porque creíste que te habías pinchado con la aguja de una rueca, y que no conseguías despertar... sin embargo en esta ocasión serás tú el que abra las ventanas para que yo pueda marchar, y me alejaré sonriendo dejando que nos caiga encima la tarde naranja y que podamos volver a soñar... Si ya hemos elegido el comienzo del camino, también marcaremos el fin del trayecto donde tu reirás porque me ilumina una estrella, mientras yo miraré desde mi ventana el resplandor que desprende la tuya a lo lejos. De cuando en cuando, volveremos a esa tarde, a esa compañía agarrados a una "estrella", y celebraremos juntos la hazaña de estar vivos, bueno, en fin... ya sabes! Ese pequeño milagro... nuestro pequeño milagro...